El gris de las nubes parece por fin haberle ganado una batalla al sol que por estos días ha dejado salir sus rayos en todo su esplendor. A unos minutos de la entrada de la vereda El Concilio, se encuentra la vivienda de Nicolás López; al llegar se siente el calor de hogar, la amabilidad con la que su madre, Fabiola, su padre Gabriel, sus hermanos y por su puesto Nicolás reciben a sus visitantes.
Por: María Londoño.
El jardín en sus diferentes tonalidades, las cebollas y las coles, hacen parte del paisaje que, por lo general, caracteriza una casa de campo. Sentado en una silla de madera en el corredor, Nicolás cuenta que siempre le ha gustado el campo y todas las labores que allí realiza, “es una dicha para mí, es muy placentero disfrutar del campo”.

De un costado de su finca coge un azadón con el que por años ha surcado los arados en los que se observa variedad de sembrados de hortalizas. Relata que entre las 5:30a.m. – 6.a.m se está levantando y, a las 7.a.m inicia su jornada hasta las 5.p.m que nuevamente vuelve a su morada a descansar y a compartir con su familia.
Otra de las actividades que despiertan una inmensa pasión en Nicolás es la labor comunitaria. Con la tranquilidad y la nobleza que lo caracteriza menciona de su gusto por ser catequista, proclamador de la palabra y las otras diversas funciones en las que participa.
Recuerda que cuando estaba en la escuela uno de sus compañeros llevó una biblia que le faltaban hojas, “ya estaba malita”, lo que no fue impedimento para él comprarla y llevarla a su casa, “y muy feliz porque a mí no me puede faltar la biblia, soy muy amante a la lectura y a la palabra de Dios”.