Carlos Abel Aristizábal López es sinónimo de alegría y buena energía. Al encontrarlo caminando por la calle o tomándose un tinto en ‘Sillas Frías’, La Familiar o donde Adrián, su estado de ánimo es siempre el mismo. Su rostro a todas horas refleja tranquilidad y felicidad, no cambia.
Por: Faiber Salazar
Twitter: @Soy_Fai
Por donde se mueve, a unos les hace un gesto con la cabeza, a otros se les acerca y les aprieta la mano, y con otros hasta se queda unos instantes conversando, pero don Carlos saluda a todo el que se encuentra y casi siempre deja salir uno que otro chiste o frase jocosa en medio de la charla.
Oriundo de la conocida zona fría del municipio, más exactamente de la vereda Minitas, Carlos Abel se dedica desde hace más de 50 años al oficio de relojero: “me compré el primer relojito y lo conservé como tres años, a los tres años lo cambié a otro y me lo metieron malo, y me dio por desbaratarlo, pero se quedó desbaratado. Hice un destornillador con una aguja capotera y con un suncho, hice una pinza y me puse a trabajar hasta que le saqué el áncora y cómo le parece que puse a trabajar ese reloj”.

Aunque es al oficio de relojero al que se ha dedicado por más tiempo y por el que es más reconocido, don Carlos fue también sastre y hasta le hizo a la reparación de máquinas de coser: “yo la relojería la quiero mucho. La relojería me parece una profesión hermosa porque es que nos ha dado comida, nos dio plata, nos dio de todo y todavía la amo como debe de amarse una profesión”.
Carlos ‘el relojero’ ha sido un trotamundos, ha viajado por gran parte del país y afirma que en todas partes “me he acomodado, pero no me he amañado. El único pueblo que es amañador y que yo todos los días lo amo es a Granada”.

Amante de la música guasca y carrilera, y de sentarse de vez en cuando a echarse unos aguardienticos, ‘el relojero’ saca pecho al hablar de su familia, “somos siete, cinco hijos, todos profesionales. Me siento orgulloso de mis hijos. No somos ricos, pero vivimos como ricos”.
Don Carlos termina diciendo de Granada que “yo de aquí nunca me iré porque es que no veo para donde, y todos los días le agradezco a mi Dios porque me descargó acá”.