“Nosotros nos desplazamos en el 2004. Es un proceso difícil puesto que usted sale a la ciudad y qué va a hacer con las manos vacías, y es muy duro porque usted prácticamente se esclaviza a trabajar, no tiene tiempo ni para los hijos”, relata.

Desde su retorno al municipio, empezó a acondicionar nuevamente su finca y a sembrar los primeros productos para el consumo de ella y el de su familia y consolidar nuevamente su proyecto de vida.

“Regresé en el 2015. Empecé a trabajar con las uñas y ya con el apoyo de la familia fui trabajando y ahí voy emprendiendo camino otra vez”.

Luego conoció Tejipaz, una organización que le ha brindado asesoría y acompañamiento en la producción del café, además de atención psicosocial, que contribuye a sanar las heridas que dejó el conflicto armado y les motiva a arraigarse al territorio.

“Estoy en eso, ya aprendiendo todo lo del café. Tengo sembrados 450 arbolitos de café y uno es con el proyecto agroecológico con Tejipaz, que es para aprender a conservar el medio ambiente desde la abonada”.

Como Emeira, muchas otras familias a las que la guerra les quitó todo, hoy sonríen de nuevo gracias al trabajo de Tejipaz.

Es el caso de María del Carmen Hernández que exalta el trabajo de la organización “a nosotros nos tiene animados vivir en el campo porque Tejipaz nos da apoyo, los técnicos van y nos ayudan, nos dan indicaciones. Uno trabaja animado los productos porque sabe que va al pueblo con ellos y se los compran” y esto lo reafirma Florentina Atehortua, “me gusta vender el café en Tejipaz porque es a más buen precio”.

Alrededor de 60 caficultores que reciben el apoyo de Tejipaz, cuentan hoy con su kit de tostión, que consta de un molino manual y un sartén para tostar el café y luego prepararlo.

“Antes los caficultores ni siquiera habían probado el mismo café de ellos. Ellos sembraban, recogían café, lo vendían a la federación y con la plata que les daban, iban a la tienda y compraban marcas comerciales”, explica Ana María Bustos, voluntaria de Tejipaz.

Dentro de todo el proceso desarrollado por Tejipaz, está también el ‘Café de la memoria’, una especie de museo, que funciona en la casa de Rodrigo García Tamayo y en el que se exponen fotografías de los caficultores granadinos y se da a conocer el proceso de transformación del café.

Sobre el espacio, Ana explica que “así como en el Salón del Nunca Más tiene las fotos de las víctimas del municipio, el Café de la Memoria tiene víctimas de la vida, de los caficultores del municipio. En este momento está compuesto por 36 fotos, la idea es ampliarlo con todos los caficultores que existen en el municipio”,

El ‘Café de la memoria’, cuenta con el apoyo de importantes aliados que ven en el acompañamiento psicosocial y productivo a las familias campesinas una manera de construir paz. 

A lo largo de estos años, el trabajo con el café ha servido para incrementar los ingresos económicos de las familias campesinas, mejorar la integración entre los miembros del grupo familiar y además vivir en armonía con el medio ambiente a través de la utilización de las buenas prácticas agrícolas en la producción del café.